Supongo que ya nos conocíamos,
que ya sabías quién era,
de dónde vine, a dónde me fui.
Que no hace falta que
te diga
con cuántas personas estuve
ni a
cuántos países viajé.
Supongo que ya sabes
mis versos y conoces mis estrofas;
que siempre soy más de allí
que de aquí.
Supongo
que ya estarías, eternizada,
en alguna historia que escribí.
Supongo que no habíamos
hablado lo suficiente, que ni siquiera
nos dio tiempo a conocernos,
a contradecirnos.
Supongo que nos habíamos amado,
que ya dormimos juntos,
que nos habíamos perdido
cuando nunca nos tuvimos,
que nos habíamos prometido
sin decidir nunca cuándo,
ni cómo ni dónde.
Ni
con quién.
Supongo que ya nos alejamos
y luego nos encontramos,
dándonos cuenta de
que todo seguía como antes.
Supongo que fuimos a algún
lugar inusual, con cualquier
excusa,
y nos mentimos para besarnos;
que sabías todo lo que hice
sin ti
y
todo lo que decían de mí.
Supongo que sabes que siempre
pongo nombre a lo que escribo,
que me invento palabras
y me
equivoco en cada párrafo.
Supongo que alguna vez
nos dijimos «te quiero»,
y que ninguno sabíamos
la
inmensidad de nuestras palabras.
Supongo que ya conocimos a
otras personas,
que probamos mil formas de
amar,
pero siempre nos guardábamos,
inevitablemente,
para nosotros.
Supongo que en algún
momento decidimos
no hablarnos y nuestras
palabras
lo siguieron haciendo,
que mientras escribía esto
me buscabas un lugar en tu mundo,
porque yo siempre
te
imaginaba en el mío.
Supongo que algún día tuvimos
miedo de acercarnos,
por temer que nos alejáramos;
que preferimos ser una
ocurrencia,
una casualidad, ser amigos, o
ser,
como
nosotros mismos:
prescindibles.
Supongo que, tú y yo,
nunca nos lo habíamos dicho,
que ni hacía falta
que te lo escribiera en esta
poesía,
si ambos lo sabemos,
y sé que tú también lo
suponías.
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