EMBRUJO


Le juré a ella,
si de nuevo te encontraba,
que admiraría de nuevo tu belleza.
Y no fue la noche,
ni el rojo fuego de sus paredes,
quien me hizo pensar.
Fueron tus ingleses ojos,
quienes por un día
despojaron el embrujo de sus muros.
Tú destacaste,
si no fue entre la música
de plazas y guitarras,
lo hiciste sobre la Alhambra.
Tú me cantabas
con aquel acento furtivo,
mientras mis oídos
te escribían lo que hoy termino.
Soñé que te quedarías,
pero al final te fuiste,
dejando mi corazón en Granada,
mi alma enredada,
y el capricho de tu sonrisa
revoloteando en mi boca.

¡Ay, pobre rufián, 
que quieres robar y te roban a ti!






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